El día de su cumpleaños lo empecé cortándole el teléfono. Mi rington de
despertador es el mismo que el de llamadas, lo había puesto así yo misma hacía
un par de días. Me di cuenta que le había cortado pero no me quedó otra que
quedarme dando vueltas en la cama: así me lo enseñó mi madre, con su ejemplo.
Unos minutos después, varios, me senté, con las piernas colgando, y miré el
lío de mi habitación. “Me baño y ordeno”, pensé. Era domingo, no podía salir
todo tan perfecto, así que casi sin decisión prendí la computadora y abrí mi
red social. Quería ver fotos del día anterior. “Ayer fue 17
y, ah, tengo que anotar el día que me indispuse porque después me olvido, era
el 12; hoy es 18 entonces, ¡HOY ES 18!”
Agarré el teléfono, busqué el contacto “Pa” y apreté uno de los botones
transparentes: del teclado de mi Nokia 1100 ya ha desaparecido todo color.
- ¡¡Feliz cumple, gordito!!
- Con voz de dormida me dice feliz cumple – le comenta mi padre a su mujer, que gracias a la paciencia mutua, es mi madre.
- ¡¡Feliz cumple, gordito!!
- Con voz de dormida me dice feliz cumple – le comenta mi padre a su mujer, que gracias a la paciencia mutua, es mi madre.
Eran las once de la mañana del día más inútil de los siete. Sí, es normal
levantarse a esa hora ese día, pero para ellos siempre cuánto más temprano
mejor, sobre todo para él, que no tiene problemas para levantarse: suena la
alarma y al segundo ya está parado poniéndose las pantuflas.
Hablamos un rato mientras mi madre le cebaba algunos mates lavados. Los
escuché reírse y eso me relajó: saber que iba a pasar su cumpleaños sin hijos
me había entristecido hacía un instante, pero sentir ese bienestar me calmó;
además nosotros no estamos hace tres años ya, se tiene que haber acostumbrado.
Los cambios son duros, pero es innegable
que los prefiero, y sé que él también.
Me puse a limpiar, prendí un sahumerio en mi habitación y me senté a leer
en el balcón: había dejado una crónica de Juan Villoro a la mitad. La disfruté.
Después me cayó la ficha: era sobre un padre y el exilio, y la escribía su
hijo. Hablaba de cómo había tomado una nación como propia para sobrellevar la
distancia. Yo no sé qué habrá hecho mi padre para soportar la nuestra, él no es
mucho de expresar sus sentimientos, siempre quiere mostrar que todo es simple,
que con esfuerzo y convicción las cosas salen, pero yo creo que le debe haber
costado. También nuestros cambios lo desestructuraron, aunque de eso estoy
orgullosa, demuestra que no es tan duro como cree. La crónica, el sahumerio y
el aire fresco me hicieron sentirlo cerca.
Cumplió 52, no es
un número especial ni un momento tan distinto de otros años, pero él cada día
sorprende, cada día ama, cada día protege, cada día es “mi godito”, como adoro
nombrarlo, en homenaje a su panza de gelatina.
Pido a mi compañera
de tesis que edite lo que escribí. No se me ocurre cómo terminarlo.
- No puedo ponerle algo emotivo porque sería otro género – le digo, mientras ella mira la computadora.
- ¿Otro género? ¡Es tu fuckin padre!
- No puedo ponerle algo emotivo porque sería otro género – le digo, mientras ella mira la computadora.
- ¿Otro género? ¡Es tu fuckin padre!
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