sábado, 17 de agosto de 2013

Los Helfeinstein de la villa

Hay momentos en que no entiendo a la gente que escribe ficción, momentos como hoy, cuando la realidad nockea al verosímil y lo deja así de chiquito.
Me contaron esto: el martes 13 un hombre iba en moto con tres de sus hijos. Lo chocaron de atrás y él se dio la frente de lleno con el paragolpes del auto de adelante. Murió. Los tres chicos quedaron internados.
La mujer, madre de seis, hizo el velorio de su hombre en la capilla del cementerio. Ahí fueron los más cercanos. Uno de esos parientes, de oficio transa, le dijo: vos ahora tenés que dejar el alcohol y ocuparte de tus chicos. Todos asintieron.
Todos incluye a una mujer boliviana, la que me cuenta esto mientras cuida dos hijos de la viuda, los que no iban en la moto. Dos sietemesinos: uno de cabeza enorme y ojos viscos, y otra muy chiquita que ahora se alimenta de teta inmigrante. La misma de la que toma otra nena, ésta sí nacida de esa panza marrón. Panza donde ahora crece otra, u otro. 
Anoche, cuando dormían todos bien arrimados, se escucharon tiros, corridas, gritos de "vení, tirame" y frenadas de patrulleros. Dicen que acaba de salir un pibe de la cárcel y parece que -oh casualidad- no está "reformado" y sigue del lado de los malos. Pero eso al menos no los toca directamente.
En realidad, hasta ahora el peor mes fue enero. Esto no me lo dice ella, lo pienso yo. En 20 días se murieron dos hermanos y la madre de su marido. Uno en el velorio del otro. Un verdadero récord. Digo: ¿cómo hacen para aguantar tanto?
Ya entiendo por qué escriben ficción los que lo hacen. Hablar de la realidad es demasiado complejo. No puedo.
Si todo esto le pasara a una familia de clase media -o peor, alta-, ¿qué medio se atrevería a no hacerse eco? Le llamarían algo así como "La tragedia de la familia Alcorta Helfeinstein".

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